lunes, 25 de mayo de 2009

Obras de deConstrucción en el Institut del Teatre

Año cero. Los niños que poblaban el planeta se han extinguido hasta el punto de que sólo queda uno. Esto ha sido posible gracias al tratamiento médico al que se les sometió con el fin de que perdieran sus absurdas costumbres y su irritable comportamiento, que tanto lastraron el desarrollo de la humanidad. Cuando la escena sumerge al espectador en una aséptica oscuridad, en el centro, un vaso acapara su atención. Un chorro de leche violácea lo baña y aunque lo desborda no cesa. "¿Por qué?", preguntó en su día un crítico teatral formado en la vieja escuela. "¿Que por qué?" repite burlona Marta Galán, autora de la pieza, cuando rememora la anécdota en el aula de l'Institut del Teatre (IT) "ni siquiera tuvo la delicadeza de entenderlo como una metáfora. Para mí esta imagen representa el Teatro, para otro no sé… Ahora ya me he acostumbrado a ignorar las críticas. Y es que hoy en día en España se analizan los proyecto no convencionales con la misma mirada que una obra clásica de argumento lineal". Los estudiantes de l'Institut la escuchan con atención mientras miran las imágenes que su creadora proyecta en la pared de una de las aulas. Pero no se trata de un miércoles cualquiera de clase: la Assemblea d’Estudiants de l’Institut del Teatre (AEIT) ha convocado una serie de programas docentes paralelos enmarcados en lo que han bautizado como Setmana Deformativa. 

En ella, algunos estudiantes del Institut han querido representar el tipo de educación que les gustaría tener -aprovechando la revisión que se abre con Bolonia- a través de la organización de mesas redondas, talleres y colaboraciones artísticas. Han reivindicado intervenciones desde todas las áreas del conocimiento que tienen por referentes. Desde arquitectos a grupos de creación cultural. Todos ellos comparten una rasgo común: la voluntad de trabajar de manera interdisciplinaria

Esta revisión tiene su base en una reflexión mucho más profunda: la tendencia, en la escena barcelonesa, a colmar las salas con un teatro familiar, clásico y de fácil digestión. Lo cual cubre una demanda de mercado significativa. El problema viene cuando se hace en detrimento del otro teatro, el de autor, el reflexivo, creativo, que marca tendencia o la aniquila; aquel en el que un vaso chorreante de leche violácea puede representar el teatro. O la libertad. 

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