jueves, 12 de marzo de 2009

La Biblia junto al calefón

Hemos podido verlo una vez más hace pocas semanas en la subasta de la colección de arte del fallecido diseñador Yves Saint Laurent: el mercado del arte supone -y puede sonar paradójico- la devaluación de su objeto como tal.

El buen gusto, entendido como el valor que una casa de subastas puede otorgarle a una pieza artística, gran enemigo de Picasso, ha ganado la batalla al gusto personal. Eso sí es un insulto. La frivolidad se adueña de los círculos artísticos y ya no es quien más admira y estudia al artista el que posee su obra -como podría ser el caso de las polémicas estatuillas chinas-, éste quizás no llegue a verla nunca, sino el que posee los millones que se piden por ella. ¿Y qué interés tiene por ella? Especulación. Van Gogh, Goya, Hirst... substituyen la compra de acciones en Wall Street en tiempos de crisis. El optimista puede pensar por que por fin se decidieron por lo tangible.

Pero hablando de Hirst ... para mí que más de un millonario se llevará una decepción terrible al darse cuenta de que no ha hecho más que comprar el traje nuevo del emperador. Por que no creo que sea fácil encontrar un salón que combine con el particular zoológico de formol creado por el artista. Espero con ansia el día en que Mr. Hirst decida hacer arte sobre su propio cuerpo.

Al pensar en estas cosas una se pregunta si es lógico que esta sea la consecuencia del siglo que empezó con las vanguardias europeas. Parece que nadie entendió a Duchamp. O quizás este tipo de prácticas sean el urinario en el museo llevado a su máxima expresión. La carcajada más grotesca en la cara de quién cree que está expresando sentimientos. De quién se cree que puede comprarlos.


PD: en mi humilde opinión, señor Perceval, nuestros amigos los moriscos no deberían permitir que hablara de ellos nadie más que usted.

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