martes, 30 de junio de 2009

La feliz resignación del escritor


Dentro de los muchos mundos posibles el autor escoge el que más se le acomoda. Las mentiras que construye son diques que coloca en el cauce del río de la realidad, que lo conducen lejos de cualquier dolor posible, pero que finalmente lo incomunican. "No empecé escribiendo, empecé mintiendo", confesó el escritor uruguayo, Juan Carlos Onetti, en el programa de Joaquín Soler Serrano, A Fondo, en 1977. Hacía a penas dos años que se había instalado en Madrid después de que la dictadura uruguaya lo encarcelara varias veces. Treinta y dos años después, la construcción de la gran ficción que fue su obra, sigue teniendo la fuerza capaz de movilizar sendas conmemoraciones alrededor de todo el mundo para celebrar el centenario de su nacimiento, que se cumple el próximo primero de julio.

Onetti, recuerda el escritor peruano, Mario Vargas Llosa era "tímido y reservado hasta la mudez" rasgo de su carácter que contrasta con la descripción de su cuarta esposa, Dolly Onetti: "era un hombre con gran sentido del humor y amor a la vida".  Del mismo modo que contrasta el sentimiento de desarraigo, decepción y sordidez que transmiten sus libros con su visión feliz de su infancia o de la pareja de enamorados que formaron para él sus padres.

A pesar de ello pasó sus últimos quince años de vida prácticamente postrado en la cama de su residencia madrileña, recibiendo visitas. Con un "manifiesto aire de enfermo imaginario o de excéntrico personaje de alguna novela aún no escrita" describe el poeta José Manuel Caballero Bonald. Desde esa misma cama recibió el Premio Cervantes, el Premio Nacional de Literatura de Uruguay y escribió varias obras, entre ellas, sus memorias Cuando ya no importe. El que fuera su editor, Juan Cruz, ha escrito ya que Onetti no estaba en la cama porque odiara el mundo, sino porque lo buscaba. Es este tipo de elecciones, un rasgo característico tanto de su literatura como de su vida: elecciones -como su decisión de permanecer en Madrid, aún cuando podía regresar a Montevideo por el reestablecimiento de la democracia-  que inciden inexorablemente sobre su vida, como los diques en el río.

El centenario ha traido consigo acontecimientos de todo tipo. Para empezar, en noviembre del año pasado, Mario Vargas Llosa, estudioso de la obra de Onetti, publicó en Alfaguara Viaje a la ficción, un recorrido por la vida y obra del autor uruguayo. Además este mes la revista cultural Turia ha dedicado su número 91 al autor. En este monográfico se recoje el relato hasta ahora inédito "El último viernes", manuscrito encontrado por su hija, que los expertos han datado de principio de los cincuenta, en el que se entrevé la frescura de un texto que no ha pasado por la edición. 

Por otro lado, la Casa América de Madrid, la Embajada de Uruguay, la Secretaría General Iberoamericana, la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales y la editorial Alfaguara, convocaron un homenaje el pasado 17 de junio en el que participó Mario Vargas Llosa. Además de un ciclo de mesas redondas, que empieza a finales de junio en el que participarán Juan Villoro, Cristina Peri Rossi y otros literatos del panorama español. 

En los últimos años de su vida una resignación feliz envolvió sus días. Echado en su cama, siempre con un vaso de whisky y alguna novela policíaca, había logrado encontrar la dicha que soñaba.

La viuda de Onetti, Dolly, siente el latido de su esposo en la obra de muchos escritores jóvenes. "A veces le digo a alguno que no lo lea más, porque cada escritor debe formarse una personalidad propia". Piensa que "la única manera de entender la vida de Onetti es buscar en su literatura"


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